martes, 26 de noviembre de 2013

'Old Boy': ¿quién puede odiarte tanto como para encerrarte durante diez años?

Dentro del seinen, que así es como se conoce en Japón al manga creado para lectores adultos, podemos encontrar muchas y muy buenas historias de intriga y suspense. Ya uno de los pioneros del cómic japonés, Osamu Tezuka, cuenta en su bibliografía con obras de este género entre las que destacan 'MW' o 'El libro de los insectos humanos', ambas publicadas en España. No obstante, quizá sea Naoki Urasawa el autor que más éxito ha cosechado con sus thrillers entre el público occidental, sobre todo con 'Monster', que ningún buen aficionado al género se debería perder. Sin embargo, hoy vamos a hablar de una obra un poco anterior, que se publicó en Japón entre 1996 y 1998, y que ahora vuelve a estar de actualidad gracias a una nueva adaptación cinematográfica.

'Old Boy' es el título de esta obra creada por el guionista Garon Tsuchiya y el dibujante Nobuaki Minegishi, que fue adaptada al cine en 2003 por el surcoreano Park Chan-wook (con notables cambios en el desarrollo de la trama y el desenlace), y que ahora ha vuelto a ser llevada a la gran pantalla, esta vez bajo la batuta de Spike Lee, con un filme que se estrenará en España el próximo 5 de diciembre. Aprovechando la coyuntura, nos encontramos ahora con una reedición del manga original, que se publicó originalmente en ocho tomos ya descatalogados y que ahora se presenta en tres gruesos volúmenes dentro de la línea DeBolsillo.

'Old Boy' cuenta con un arranque de lo más enigmático: Shinichi Gotō, un joven publicista, es puesto en libertad después de pasarse diez años encerrado en una diminuta habitación. Una década durante la que un televisor ha sido su única compañía y su único contacto con el exterior, a excepción de un guardián que se encargaba de darle la comida. Una vez en la calle, llega el momento de intentar dar respuesta a todas las preguntas surgidas durante su cautiverio, ya que no sabe quién lo encerró ni qué retorcida razón le pudo llevar a hacerlo.

Los autores desarrollan esta premisa durante los 79 capítulos que componen el manga, dosificando muy bien la intriga, las respuestas, y consiguiendo que el lector se sienta tan desconcertado como el propio protagonista. La búsqueda de Gotō se termina convirtiendo ante todo en un viaje a través de su pasado, que a priori no parece ocultar demasiados rincones oscuros, pero del que sin embargo procede el siniestro personaje que le arrebató la libertad durante tanto tiempo. De este modo, a base de giros y sorpresas en los acontecimientos, iremos avanzando en la trama hasta su resolución, logrando en conjunto una intriga inteligente, en la que solo algunos giros finales pueden resultar un poco más forzados.


El peligro de esta clase de historias es la enorme dependencia que tienen con respecto a su desenlace. Por suerte, los autores no centran todo el interés de la obra en su resolución y en las respuestas a los enigmas, ya que las reflexiones que encontramos por el camino sobre la naturaleza humana, especialmente en lo que respecta al malo de la historia, dotan de un valor añadido al desarrollo. Ello no impidió que el desenlace provocara cierta polémica entre aquellos lectores a los que la resolución final no les pareció lo suficientemente convincente. Para no reventar ninguna sorpresa, no entraré a analizar con detalle ese final, aunque sí debo decir que para asimilarlo hay que hilar fino, repasar el retrato psicológico de los personajes que se nos ha ido ofreciendo a lo largo de la trama y, por qué no decirlo, perdonar también algunas pequeñas inconsistencias que no estropean el conjunto, pero que quizá podrían haberse resuelto mejor.

Sea como sea, 'Old Boy' es un thriller de calidad cuya lectura recomiendo tanto si se es un habitual lector de manga como si no. Además de su trama, cuenta con un dibujo muy cuidado y rico en detalles, con un sentido de la narratividad que juega mucho con los silencios y los encuadres vistosos en las viñetas, dándole un aire de cine noir moderno que le hace irresistible.

lunes, 4 de noviembre de 2013

'Claire DeWitt y la ciudad de los muertos': la realidad onírica de Nueva Orleans

El debut literario de la detective Claire DeWitt parte de un conjunto de ingredientes muy interesantes. En primer lugar, el marco donde se desarrolla la acción: la ciudad de Nueva Orleans posterior al devastador paso del huracán Katrina. Además del rastro de desolación y miseria que dejó a su paso el huracán, caldo de cultivo irresistible para historias negras de este tipo, Nueva Orleans es de por sí una ciudad interesantísima por su trasfondo musical, sus tradiciones (en donde destaca el Mardi Gras, su peculiarísimo carnaval), el carácter de sus gentes y el hecho de ser un lugar donde conviven tantas etnias y culturas diferentes.

El segundo ingrediente destacado, al menos a priori, es la propia protagonista, una detective muy heterodoxa que no duda en servirse de las drogas, los sueños o incluso las enseñanzas del I Ching para avanzar en sus investigaciones y descubrir nuevas pistas. Un personaje singular que nos recuerda en más de un momento al agente Dale Cooper, protagonista de 'Twin Peaks', serie con la que esta novela guarda ciertas similitudes. Por último, otro interesante añadido por parte de la autora, Sara Gran, a la premisa general de la novela es la figura de un detective ficticio llamado Jacques Silette, cuyo libro sobre métodos detectivescos sirve de base a los procedimientos de Claire, y cuyos pasajes se citan de forma recurrente a lo largo de la obra, dejando algunas interesantes reflexiones sobre la figura del detective, los clientes y los crímenes.

Partiendo de unos elementos tan interesantes, cabría pensar que nos encontramos ante una innovadora muestra de novela negra actual, pero aunque originalidad no le falta, ni tampoco algunos aciertos, en conjunto esta 'Ciudad de los muertos' no termina de cuajar como una lectura redonda. El principal problema radica en el tono con el que la autora afronta la novela. No termina de decidirse entre el enfoque onírico y surrealista que veíamos en 'Twin Peaks', o el realismo crudo que trata de indagar en el statu quo de la Nueva Orleans post-Katrina al estilo de la serie televisiva 'Treme'. La autora intenta aunar ambos enfoques en la trama y a menudo lo único que consigue es descolocar al lector, que no termina de empatizar con los personajes ni engancharse al desarrollo de los acontecimientos.

No obstante, lo más negativo es el desarrollo del enigma en sí. Claire DeWitt acude a la ciudad para investigar la desaparición de Vic Willing, acaudalado fiscal de distrito que se esfumó sin dejar rastro tras el paso del Katrina. Arranca entonces una investigación que no hace más que dar vueltas sobre sí misma, dando una sensación de estancamiento, hasta que una deducción que Claire se saca de la manga, por las buenas, da un giro en los acontecimientos y acelera un poco el ritmo. Una cosa es que Claire utilice métodos poco convencionales en sus investigaciones, pero otra muy distinta es que alguna especie de deus ex machina la acerque a la solución sin que los lectores nos sintamos partícipes de los pasos que le han llevado a ella. Por si fuera poco, al menos eso me ocurrió a mí, el destino de Vic Willing me termina importando un pito, de modo que al alcanzar la resolución casi no me quedaban ganas de saber qué había pasado.

Por suerte, esta investigación se entrelaza con fragmentos del pasado de Claire, que ahondan en su formación detectivesca y en la desaparición de una amiga de la infancia que deja un hilo abierto para próximas entregas del personaje. Estos pasajes, junto con las reflexiones rescatadas del ficticio libro de Silette, nos dejan los mejores momentos de la novela, y nos permiten atisbar que tanto Sara Gran como su criatura, Claire DeWitt, tienen potencial. El problema es que en esta primera obra la mezcla de ingredientes variopintos no ha funcionado y nos deja con la sensación de ser un batiburrillo de ideas y conceptos a los que no ha conseguido dar la unidad y coherencia necesarias.