jueves, 29 de diciembre de 2011

'El coleccionista', de William Wyler: del coleccionismo al secuestro hay un paso


Siempre había pensado que el mayor chiflado del cine de los 60 era el bueno de Norman Bates, a quien interpretó Anthony Perkins en la mítica 'Psicosis'. Pero ese "título honorífico" no queda tan claro después de visionar 'El coleccionista', la cinta que dirigió William Wyler en 1965 basándose en la novela homónima de John Fowles.

Freddie, el prota del filme encarnado por el actor Terence Stamp, es un joven retraído que vive en una enorme mansión en mitad de la nada y que dedica sus días al noble arte de coleccionar mariposas. Y vale, tal vez no le dé por travestirse ni apuñalar jovencitas en la ducha, como le ocurre a Norman, pero tampoco anda corto de traumas ni de ideas de bombero.

Y es que, además de coleccionar mariposas, a Freddie le da por empezar a acechar a una muchacha llamada Miranda. Un día decide pasar a la acción y la rapta, encerrándola en el sótano de su mansión. Esto ocurre en los primeros minutos de la cinta, y a partir de ahí asistimos al desarrollo de la relación entre víctima y secuestrador.

lunes, 26 de diciembre de 2011

'Los sauces de Hiroshima', de Emilio Calderón: Japón después de la bomba

Curioseando en la librería me topé con esta novela que no pude dejar escapar. Cualquier obra ambientada en el país del sol naciente suele llamarme la atención, y esta tenía además el añadido de enmarcarse en los años posteriores al lanzamiento de la bomba atómica, una época de profundos cambios para los japoneses, secuelas terribles y ocupación norteamericana.

El autor, Emilio Calderón, parte de una concienzuda documentación para mostrarnos cómo era el Japón de posguerra. De esta forma, asistimos a la evolución política y social que ha terminado desembocando en el país moderno y tecnológico que conocemos hoy. Pero ante todo, conocemos cuál fue la situación de los "atomizados", nombre que se adjudicó a los supervivientes de las catástrofes de Hiroshima y Nagasaki.

Personas que no sólo sufrieron por la pérdida de sus seres queridos y de sus posesiones, sino que también sufrieron el rechazo de sus compatriotas, ya fuera por miedo al contagio o a que pudieran transmitir las secuelas físicas y mentales de la bomba a sus descendientes. Personas olvidadas por el gobierno y las instituciones, decididos a cerrar viejas heridas y mirar al futuro sin importar quién pudiera quedarse por el camino.