Si hablamos de novela negra, los franceses están que se salen últimamente. Tenemos los ejemplos de Bernard Minier ('Bajo el hielo'), Jean-Christophe Grangé ('Los ríos de color púrpura') y el que hoy nos ocupa, Franck Thilliez, con su intensa y estremecedora 'El síndrome E'.
Con ella rescata a dos personajes que ya se dejaron ver por anteriores novelas suyas. Por un lado, el inspector Franck Sharko, esquizofrénico y atormentado, con un carisma que queda patente desde las primeras líneas. Y por el otro, la teniente de la policía Lucie Henebelle, que es quien de hecho inicia la trama cuando un ex amante suyo se queda ciego tras visionar una perturbadora película.
Dicho cortometraje es el desencadenante de una investigación que los llevará por rincones muy, muy oscuros de la psique humana. Y en paralelo, una serie de cadáveres que aparecen en una fosa común con las manos serradas y la cabeza abierta como un coco tropical. Todo ello desemboca en un cóctel explosivo y muy intrigante que te pone los pelos de punta en más de una ocasión.
A esta intensidad en la trama y a los sorprendentes giros que encontramos durante la narración, hay que sumar otros puntos fuertes. En primer lugar, una variedad de localizaciones que reaviva el interés de la lectura puntualmente. Pero lo más importante es que no nos encontramos simplemente ante una novela efectista, sino que tiene material de fondo sobre el que reflexionar una vez terminamos la última página.
Las reflexiones giran en torno a las raíces del mal y de la violencia, a la maleabilidad de la conducta humana, todo ello enriquecido con referencias más o menos veladas a hechos reales (experimentos llevados a cabo por altas esferas, el juicio al director de 'Holocausto caníbal' por la supuesta vericidad de la cinta...), demostrando una exhaustiva documentación por parte del autor.
Las peripecias narradas en esta novela prosiguen con 'Gataca', aunque previamente tengo intención de acercarme a 'El ángel rojo', primera aparición del inspector Sharko, para ver si Thilliez ya tenía entonces esa capacidad de enganche de sus obras más recientes.
Le tengo unas ganas...
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