El barrio, el lugar que te ve nacer y hacerte persona con los años. El lugar donde cultivas amistades, enemigos y amores. El lugar que, en definitiva, te marca con su geografía y sus gentes para el resto de tu existencia. Todos tenemos uno, aunque en vez de barrio lo llamemos pueblo, comunidad o vecindario. El de Roberto, que protagoniza esta novela, es uno de los que más fama tiene en Madrid: San Blas.
'Niños de tiza' gira en torno a los recuerdos de infancia que asaltan a Roberto cuando regresa al barrio; al igual que le ocurre a él, los años lo han dejado viejo y cascado. Pero a pesar de los cambios, en sus calles y sus edificios persiste la memoria de aquello que vivió con sus amigos, compañeros y vecinos, tanto lo bueno (las risas, los juegos, las anécdotas), como lo malo, encabezado por la misteriosa muerte de la niña paralítica a la que algunos niños apodaron cruelmente como La Sirena, a la que solo Roberto alcanzó a ver como la niña triste pero llena de vida que era.
Los recuerdos se agolpan uno tras otro al tiempo que se van sucediendo los acontecimientos en el presente. Hay cosas que los años han enterrado a conciencia, pero que por cojones, por cabezonería, acabarán saliendo a la luz. Y pobre de aquel al que pillen por medio; y claro, Roberto estará en mitad del tinglado, igual que el Chapas, el Lenteja, Lola, el padre Osorio, Romero... Personajes creíbles y muy humanos, que despertarán nuestras simpatías o se llevarán el más amargo de nuestros odios.
Pese a estar construida en buena parte en base a recuerdos pretéritos, la acción de la novela no es ni mucho menos estática. El autor alterna con habilidad entre presente y pasado para formar un complejo fresco de la vida de barrio, al tiempo que muestra bajo sus prisma los temas mundanos que a todos nos interesan: el amor y la amistad, el mundo mágico y a veces cruel de la infancia, los miedos que se superan al crecer y los que perduran a pesar de la edad, el honor y el sentido de la justicia, la venganza y la imposiblidad de no sucumbir ante un destino que, para cada uno de nosotros, parece escrito de antemano.
'Niños de tiza' tiene momentos para reír, otros para llorar y otros para apretar los puños y los dientes. Como la vida misma. Está escrita con ingenio, inteligencia y actitud, y con una cercanía que nos hace a todos hijos del mismo vecindario de San Blas mientras pasamos sus páginas. Una obra que además confirma a David Torres como un autor al que vale la pena seguir.
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